jueves, 21 de abril de 2011

Avalancha de clásicos LA INSOPORTABLE LEVEDAD DE LA DERROTA FELIZ

¿Qué es lo peor de la derrota? 1) Perder frente a tu máximo adversario, en una final y que te levante la copa en la cara. 2) Volver a perder la semana que viene y la subsiguiente. 3) Darte cuenta que la derrota existe, cuando te habías acostumbrado -equivocadamente- a ganar y hacerlo holgada y gozosamente. 4) Soportar el día después, la semana después, el mes después… El hincha, el verdadero hincha cruel, idiota, ciego, como yo, no encuentra consuelo en la derrota. Es una falacia total aquello de que hay derrota útil, feliz, dulce. Patrañas. Meras justificaciones intelectuales. Simples argumentos en donde se esconden todo tipo de profesionales más o menos dignos: dirigentes, futbolistas, entrenadores, periodistas. El respetado, aunque no santo de mi devoción, Marcelo Bielsa, decía algo así como que lo normal es el fracaso y la excepción es el éxito y blah blah blah… Un discurso muy bonito y emotivo si quieres escribir un libro de autoayuda sobre las posibles enseñanzas que dejan en la vida las derrotas y no tan recomendable cuando eres un hincha emocionalmente destartalado tras una goleada. OK, probablemente tenga razón. Pero esto no es la vida, Marcelo. Apenas es como si fuera la vida. Es fútbol. Un juego. Un estado de ánimo cambiante. Nuestro juego preferido donde compite nuestro único amor inquebrantable de toda nuestra vida. Nuestro (prácticamente) único amor eternamente fiel. Y el hincha no quiere razones. Ni libros de autoayuda. El hincha quiera ganar. Al menos no perder. Y menos contra tu máximo rival y en una final.

La derrota, está claro, es tan imborrable como el triunfo pero te enceguece aún más. Cuando ganamos las 6 copas con el Barca solo me quedaba pensar casi como el filósofo Cioran: todo se pierde al nacer. Es decir: qué más podemos esperar, si no volver a perder. Darse cuenta que más lejos no se podía llegar, eso sí que era terrible. Un angustia atroz. Incomprendida por los seres normales, no por los hinchas. Ahora perdimos. Nos bajaron a tierra. No sé si por un semana o por un lustro. Pero al menos, peor no podemos estar. Solo queda repetir la derrota o redimirse en la gloria por venir. Y vuelve a rodar la pelotita.

Hoy por ti, mañana por mí. Enemigos íntimos de la mano. Explosión dialéctica hecha pelota. Cara y cruz. Circo y entretenimiento para rato. Mientas tanto, la dulce y honrosa derrota no existe en la mente de un auténtico hincha. Y nunca debe existir. Para un fatalista como yo, lo único bueno de perder es que sabes que nada peor puede sucederte la próxima vez. Salvo volver a caer derrotado… (y que el Madrid levante la Copa en tu cara).

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