domingo, 24 de abril de 2011

Avalancha de clásicos... LA CONQUISTA DE LO INUTIL

En la última edición de la revista GQ bajo el estupendo título que remite a Herzog y su diario de filmación de Fitzcarraldo, “La conquista de lo inútil”, un declarado madridista, Ambrosius, escribió que intuía en la mirada de Guardiola “el peso insoportable del éxito, la tortura de la insatisfacción permanente. Me recuerda a lo que una vez me dijo Enric González: “El fútbol es por definición un deporte de anticlímax. Jugar tan bien como el Barça crea ciertas neurosis. Es como si los aficionados pensaran: tendría que estar más contento pero no lo estoy. Pesa más la expectativa que el éxito”. Esa es la clave, la neurosis. Pep me transmite la imagen de un neurótico sacudido por terremotos internos que se esfuerza en aparentar moderación, mientras que Mou me transmite la imagen de un vulgar fanfarrón que aparenta neurosis.”


Definitivamente, yo también soy un neurótico futbolístico. Y máxime a tres días de un nuevo clásico. Vuelvo al delirio sobre las derrotas y reviso mi biografía pelotera y me doy cuenta que me crié en tantas derrotas (o más) que victorias. Y con el Barcelona, ni que hablar… Todavía me duelen cada uno de los goles del Milán en la final de la Champions del 93 en Atenas. Y fueron 4. No paraban de caer. El gol de Ronaldo la semana pasada, en ese minuto 102 fatal, se suma a esa lista de pesadillas recurrentes que tendré en mis peores noches de insomnio futbolero. Sumándose en tren expreso a la galería de horrores como cuando el Porto (otros portugueses!!!) le ganaron al Peñarol del Maestro Tabarez la Intercontinental con aquella pelota frenada en la nieve de Tokio (todavía trato de empujarla hacia la red con toda la fuerza mental que, evidentemente, no poseo y no logro avanzar ni un milímetro) o el baile del 6 a 1 de Dinamarca a Uruguay en el Mundial del 86; difícil encontrar mayor humillación futbolística y televisada en vivo y en directo para el mundo entero. Y así podría sumar otras tantas derrotas ilustres que, sinceramente, prefiero no recordar.

La victoria te libera y te da rienda suelta para la farra. La derrota, no. La derrota, además de doler, te obliga a los análisis. A trabajar. A pensar. A discutir qué hiciste mal. A cuestionarte hasta si Messi es zurdo, argentino y por qué le dicen La Pulga… A tratar de resolver por qué fallaron las cábalas: ¿me olvidé de pisar primero con el pie izquierdo al levantarme de la cama? ¿Shakira en la platea es mufa? ¿No me puse la camiseta de la final de Copa del ’83?. O tratar de saber si el Madrid acaba de cerrar el ciclo exitoso de este Barca, si Mourinho es más inteligente que Guardiola, si ganaremos las semifinales de Champions o nos hundiremos desde ahora en la normalidad de ser un equipo que solo gana, pierde, empata (como todos!) y no se luce eternamente como pensábamos. Ahora todo es posible: no sabemos medirnos y como buenos hinchas ciclotímicos y alterados, nos olvidaremos de aquella parte del discurso que tan bien nos calzaba en la victoria y que hacía referencia a que teníamos un estilo, un lineamiento, una visión de juego y que ello, también, conlleva este desafío: saber perder tanto como saber ganar.

Blah blah blah… para power points orientados a Directores de Recursos Humanos que buscan motivar a sus empleados y ganarse el mote de empresas socialmente responsables en lugar de mejorarles los sueldos y sus condiciones laborales. Ahora todo puede pasar gracias a la derrota. Incluso perder la razón. Sin embargo, las derrotas o las victorias que puedan sucederse en las próximas dos semanas garantizan algo de forma tajante: la continuidad maravillosa de la rivalidad entre ambos equipos. Pase lo que pase, las revanchas de la próxima temporada 2011/2012, ya están servidas. Y el impacto de estos duelos se amplificará sea cual sea el resultado final de las próximas semanas. Otro consuelo. Hinchas estresados y sufrientes, muchos de ellos felices. Televisión paga y asupiciantes: eufóricos.

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